jueves, 10 de noviembre de 2011

Y algunos amores son como Paris... (segunda parte)...

     Como lo prometido es deuda, y a mis lectores hay que respetarlos más que a las ánimas del purgatorio, pues he decidido sentarme a escribir mi segundo pedazo de Paris.  ¿Cómo podría yo dejarlos a ustedes amigos brujos y princesas ranas, en la incertidumbre?... ¡Imposible!.

     Les había comentado la primera cara de mi querida Paris.  Les había dicho algo sobre las expectativas y lo que éstas siempre nos hacen: "darnos un puñetazo en el medio de los ojos para burlarse de nosotras y de nuestros estándares de perfección y belleza".

     Hablemos claro.  París es Paris, y todo lo que sobra es "monte y culebra" como decimos los venezolanos.  Sin embargo, habemos algunos que a pesar de saber que Paris es "La sucursal del cielo", estamos claros de que el cielo es "mi México Lindo y Querido". Si usted ha ido donde yo he ido, pues sabrá que éste punto no tiene ninguna discusión.

     Había dicho que los amores son como Paris.  Al menos algunos de ellos y sin temor a equivocarme, los que más recordamos como desastrosos, locos y con ganas de lobotomías inmediatas que nos borren la memoria.  Son estos amores los que a la final son los más reales,  aunque nos cueste admitirlo.  Porque en cierto grado, la decepción los hace "vivientes y adaptados socialmente". 

    Si usted es como yo y tiene un gran poder de imaginación, estará seguro de que al menos en el 50% de los casos, usted mismo tiene la culpa por ser tan idiota y dejarse llevar por las imágenes evocadas que aparecen en su cabeza.  Por ejemplo, usted está mirando algo azul.  De repente, es como si ése azul estuviera degradándose en mil distintos tonos y derivados de azul.  Si usted es práctico simplemente dirá: "esto es azul. Punto.".  Si usted es como yo, dirá: "esto es una gama de azules". (Hay que ver que necias somos algunas).

     Con los enamoramientos pasa lo mismo.  Usted lo ve, y en su cabeza ya tiene al menos 10 años próximos de recuerdos, anécdotas y situaciones que jamás han ocurrido, pero que usted siente que son reales.  El tipo es alto, delgado y perfecto, tal cual como Terry el de Candy, y a quien tanto ella como nosotros, queremos olvidar de inmediato.



     Sigamos hablando de Paris.  Desde que somos niñas, nos venden a Paris como si no existiera nada más.  Creo que hubo 2 lugares que nos vendieron tanto cuando éramos enanas e inocentes, que hoy en día si usted va a un psiquiatra especializado y serio, le dirán que son los 2 lugares que usted internalizó de tal manera, que la volvieron la rana sufrida y necia que es hoy en día.  Ellos son... Paris y los benditos parques de Disney.  Piénselo bien y encontrará dentro de usted esta "perfecta realidad de que Paris y Disney son los lugares perfectos dentro de su cabezota".

     Después de pasar por el trauma del metro para llegar a mi hotel en Paris, ubicado en la elegante zona de Pont de Neully, usted se da cuenta de que a veces tiene que "calarse las verdes" con la esperanza de que en algún momento, usted disfrutará de "las maduras".  Una vez con el hotel en frente tan pequeñito, como de películas viejas y nada pero nada parecido a los grandes resorts de México o Estados Unidos, usted dice... "¡agárrate que aquí comienza la aventura!..." Usted le dará otra oportunidad a Paris.  Lo pensará despacio y buscará en su interior el perdón por "tan mal olor, tantos personajes con cara de mafiosos, basura, e incomodidad".

    Lo primero que queríamos hacer mi marido y yo era ir a ver de cerca la Torre Eiffel.  Si algo asocia uno con Paris, es con la Torre Eiffel por más cliché que atornille su cabeza.  Usted quiere ver y sentir y subir los mil escalones para poder ver más de cerca a "La Ciudad de la Luz".  Usted llega y se da cuenta de que cualquier día, ya sea con frío o con calor, el lugar está atestado de gente de todos los colores y hablando en idiomas que usted ni siquiera sabía que existían.  Usted agarra fuertemente su bolso,  so pena de que sea víctima de un carterista con malas mañas,  y camina para quedarse estupefacto ante la majestuosidad del hierro y la altura de algo que solo usted ha visto en las películas. 

    Mi primera reacción fue de... ¿esto es la bendita torre Eiffel?... Y ni había terminado de decirlo en mi cabeza cuando "el papá de las palomas" más grandes que haya visto jamás, decidió bendecirme con su excremento... como diciendo... "¡cállate tercermundista y disfruta de una de las siete maravillas del mundo!".  Les cuento que casi me pongo a llorar de haber manchado mi franela parisina, mi boina y mi suéter de diseñador.  Sin embargo respiré profundo, saqué el pañuelo con el que limpio mis lentes de sol, me limpié el excremento enorme de la franela, la cartera, el pantalón, el suéter y la boina y decidí que mi mañana en la Torre Eiffel no la iba a arruinar una puta paloma parisina.  Yo iba a tomarme mi foto, a respirar el aire de los croissant con chocolate y a dar gracias a Dios por haber podido llevar arrastrado a mi marido a ver "la ciudad del amor".

    Una vez que dejé de lado mis expectativas de perfección,  me dí cuenta de que Paris es PERFECTA TAN IMPERFECTA.  Que a pesar de que El Caribe y yo tenemos un romance largo y duradero, Paris perfectamente podría ser "el cacho" que lo salve a usted del aburrimiento.  Es como esa canción sexy que usted no deja de escuchar porque le dan cosquillas en la cabeza o ese trozo de pastel con 1 millión de calorías que sabe que no debe comerse, pero que se come escondida en el baño para que nadie la vea.  Paris es eso... "el amor que sacude un poco su vida para dejarlo aún más dispuesto a seguir con ella".  No sé cómo más describírselo.

    Si le describo todo lo que hice, y lo que me pareció de mis amores frustrados, posibles y quizás futuros, necesitaríamos una tercera y cuarta y quinta parte de "Y algunos amores son como Paris", ¿no cree usted?...  Pues quizás es buena idea y deba seguir dejándolos con el suspenso de una nueva entrega de esta historia de amores que a veces no lucen bien, pero que con segunda oportunidad saben a helado de fresa con chocolate y crema batida por encima.