sábado, 31 de julio de 2010

La Generación C y el Síndrome: "¡Oh Dios, Terry!"

ADVERTENCIA: Debe prepararse psicológicamente para lo que leerá.  Se recomienda discreción por parte de padres y representantes, una taza de tilo y varias servilletas de papel a la mano.  No nos hacemos responsables por crisis ni suicidios.  Usted, amigo lector o amiga lectora... ESTÁ ADVERTIDO.


Nada tan verídico como el cliché contemporáneo de "una imagen vale más que mil palabras". Para los visitantes de estas lecturas, esta imagen debe ser el recuerdo de una de sus peores tragedias... "pertenecer a la generación de Candy Candy".

He pasado una vida preguntándome por qué las mujeres de mi generación de "treinta y tantos", hemos tenido una vida llena de experiencias sentimentales que rayan en el total asco.  Por qué nos sentimos siempre como las protagonistas sufridas de las relaciones de pareja y por qué muchas de nosotras hoy en día seguimos solas y desesperadas.  Amigas mías... la respuesta sigue siendo simple: "Somos la generación de Candy Candy".

Ha pasado una eternidad desde que escuché la canción característica de la serie animada creada por una japonesa de nombre Kyoko Muzuki.  Pero vinieron de repente a mi todos estos recuerdos agolpados,  cuando fui la testigo de un acto sin precedente alguno: esperaba en la cola interminable del Banco de Venezuela (que ahora es de todos; SI, "de todos los pendejos que deben abrir su cuenta allí") y de repente ¡zaz!... a la mujer de 2 personas atrás le suena el celular y su ring tone es la versión instrumental de Candy.

- ¡Diosssss!, dije para mis adentros... "debo estar en una realidad virtual porque esto no puede ser posible"...

Pero lo era.  Ahí estaba ella, alta, delgada, con tetas de silicón perfectas, bolso de Mario Hernández y celular de tecnología de punta, contestando su teléfono después del tono de la canción de "si me buscas tu a mí, de Candy Candy". Nadie pareció darse cuenta.  Ni siquiera el motorizado que buceaba a la mujer descaradamente.  Yo, solo quería salir corriendo, no fuera a ser que de repente me diera la lloradera y me rayara para las próximas visitas.

Haciendo memoria y para justificar mis argumentos de más adelante, recordaré un poco sobre el tema central de Candy Candy. Su nombre real era Candice White, y fue una pequeña huérfana a quien abandonaron de bebé junto a otra niña que más adelante se convirtió en su mejor amiga, Annie.

Ya por ahí tenemos la primera señal que nos marcaría desde lo profundo: "sentirnos solas como huérfanas de pueblo".  Al sentir compasión por la pobre Candy, empezamos por hacernos solidarias con ella y terminamos sintiéndonos huérfanas de padre y madre, hermanos y hermanos y por supuesto amigas.
Los 115 capítulos,  que si no me equivoco, produjo la serie animada venían cargados de un drama tan bien diseñado, que hasta Corín Tellado en el mejor de sus intentos... jamás ha logrado reproducir.

Candy y Annie pasaron casi toda su infancia en el "Hogar de Pony" junto a otros niños jugando en la nieve, compartiendo la "hogaza de pan de 15 cm de diámetro" con al menos otros 30 niños más (cosa que se parecía más a los milagros de Jesús en las Bodas de Canaán, con el perdón de los creyentes)  y siempre viendo por la ventana como iban y venían los copos de nieve. (Ah!, porque ésa es otra... Candy tenía que vivir en un país en donde la nieve perenne era el pan nuestro de cada día.... ella jamás pudo haber sido una huérfana en un país tropical....)

Pero la historia lanza su segundo giro drámatico que nos marcaría hasta nuestros días:  La familia Britter quiere adoptar a Candy pero ésta se niega para no abandonar a Annie y mantener la promesa de que estarían siempre juntas como hermanas.  ¿Y qué pasó después?... Pues que la familia Britter sigue intentando adoptar y deciden preguntarle a Annie, quien complacida agarra sus 2 peroles y se va "más rápido que inmediatamente" a vivir con sus nuevos padres adoptivos, sin pensar en Candy y sin pensar en la promesa utópica de "amigas por siempre"...

¡Zaz!... ahí está algo que nos haría llorar como descosidas... la amiga que creíamos sincera y que se va a la menor oportunidad; la que pensábamos que iba a estar siempre a nuestro lado y resulta que "a las primeras de cambio", huye por la derecha y le importa un coño, (con el perdón de los lectores), dejarnos solas, pobres, huérfanas, flacas y feas en medio del frío terrible del "Hogar de Pony"... Ya comenzamos a sentir que nuestras amigas nos dejarán en cualquier momento, que la amistad fuerte y verdadera no existe y que mejor que se lo haga YO, antes de que la "estúpida ésa pelo pintao me lo haga a mi..."

A la pobre Candy casi le da un ataque.  Si los niños huérfanos sufrieran del corazón, estoy segura de que a ella de verdad le hubiera dado. Pero Candy, como la buena de la historia por supuesto, se empieza a escribir con Annie para no perder el contacto hasta que un día "la amiga maravilla" le dice que no podrá escribirle más porque sus padres adoptivos no solo no están de acuerdo con eso, sino que prefieren que el asunto de la adopción sea un secreto sumarial....¡Zaz!... otra vez la "puñalada trapera" de la amiga que tratamos de mantener a nuestro lado.  No podemos sino seguir con la idea vitalicia de que las "mujeres son traicioneras por excelencia"....

Candy corre colina arriba a "llorar pal Valle" y se encuentra con el amor de su vida... Terry.  El es un galán mayor que ella, vestido de escocés y que tiene la destreza de tocar la "gaita escocesa" a la perfección.  Terry la ve llorando y entonces le dice 4 cosas y nosotras como idiotas, oímos la vaina y caemos como moscas :

- ¿Por qué lloras pequeña?... ¡eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras!

(¡Diossss!, puedo recordar la voz perfectamente sonora y masculina de Terry diciendo aquellas palabras.)  Estoy 200 % segura de que mis amigas y yo ante ese momento crucial y memorable de la historia, empezamos a llorar en público para que viniera nuestro príncipe escocés a decirnos lo bellas que seríamos si lloráramos menos y riéramos más.  Queríamos vivir a toda costa la misma sensación esperanzadora de Candy que suponía que solo  encontrar  el amor sería su esperanza. Y como idiotas... nos pasamos una década llorando...(Ahí les dejo una foto de Terry para hacer de este momento algo realmente conmovedor).



El cuento es realmente cruel si se conoce que Terry jamás le dijo a Candy su nombre.  Terry era el galán de nuestros días que te dice la frase de tus sueños y sale huyendo a toda velocidad para no correr con los gastos de una cuenta de restaurant caraqueño.  Terry se fue y dejó a Candy con los ojos como dos "huevos fritos" del asombro, y en medio de la corredera, deja caer un broche que sería el "amuleto de la buena suerte de su Príncipe de la Colina". Allí,  Candy toma la importante decisión de "tomar las riendas de su vida" con el objeto de  ser adoptada por una buena familia para salir de ahí,   y encontrarse nuevamente con su amado perfecto.

Ja ja ja, no puedo dejar de preguntarme a cuantas de nosotras nos ha pasado algo semejante: conocemos al tipo de nuestras vidas en cualquier lugar, (colina, playa, cerro El Ávila, supermercado, fiesta del pana de turno, Farmatodo, las vacaciones en casa de los primos, etc, etc.), y misteriosamente pasamos una tarde o una noche perfecta hablando con él; el tipo se va y jamás supimos quién era, dónde vivía o su número telefónico.  Déjenme explicar esto bien.  A un lector de nuestros días, (que no es lo mismo que un lector de nuestra generación), quizás no podrá entender o concebir que esto pase porque ahorita la frase del momento es "dame tu PIN".  La gente ni siquiera se conoce, ni siquiera te ha pedido tu nombre completo con apellido y todo y ya quiere tu PIN.

Pero queridos lectores, yo soy de la generación que no tuvo celular sino hasta los 20.  En mi momento crucial de vivir las "experiencias candísticas", no se habían inventado los celulares para uso de todo público, y nosotras las pobres mortales de 18 ó de 20 años, debíamos conformarnos con escribir en una servilleta (robada de la misma fiesta, en el mejor de los casos), el número de teléfono de nuestras casas. A eso había que sumarle la histeria de algunos de nuestros padres, que prohibían el natural enlace de querer suministrar información personal con la mera intención de que te pudieran encontrar.  Conozco a alguien a quien jamás llamaron porque sus papás vivían cambiando el número de teléfono de CANTV  gracias a que su hermano mayor lo repartía a "diestras y siniestras" y volvía loco a todo el mundo con el ruido infernal del "ringggggg" del teléfono gris de disco,  tan característico de nuestra "Generación C".  Señalo que ..."La tragedia del tipo perfecto que conocimos y que dejamos ir, es algo que todas hemos vivido, y algunas hasta más de una vez..."

Para continuar con esta interesante historia y refrescarles la memoria a lo que insisten en que esa época jamás la vivieron, la historia de Candy continua desarrollándose en medio de dramas impresionantes.  Cuando por fin Candy cumple unos 12 ó 13 años, (en plena adolescencia pues), es por fin adoptada por la familia "Leagan"de los odiosos hermanos "Eliza y Neil" .  Los papás de estos hermanos (que vivían haciéndole cosas horribles a Candy), eran unos tipos bien crueles que adoptaron a Candy para que fuera la dama de compañía de Eliza y más adelante fuera degradada a su "cachifa".  Candy quería aprovechar esta oportunidad para dejar de ser una "tierrua" y convertirse en toda una dama.  Es allí cuando conoce a Archie en medio de una "posible tragedia de ahogamiento", y ¡zaz!, Archie queda prendado de Candy y entonces, esperanzadas nos hacemos a la idea de que como a ella, saldremos un día con nuestra ropa de casa ("mono brincapozo y franela desteñida") y vendrá "un Archie" y se enamorará de nosotras instantáneamente;  (aquí aplica eso de "mejor tener pájaro en mano que cien volando").

Pasa el tiempo y la descarada amiga Annie se entera de que Candy es la empleada de los Leagan.  Decide hacer un intento por acercarse y le manda una cinta de raso preciosa como símbolo de amistad, (¿una cinta de raso?, que vaina tan rara).  Pero Eliza y Neil acusan a Candy de ladrona de la mencionada cinta y esto da pie a la parte más emotiva, crucial y fantástica de toda la serie... Candy corre llorando despavorida, huyendo de esos hermanos satánicos y justo se detiene enfrente de una casa de hermosas rosas de colores.  Allí voltea y milagrosamente ¡zaz!,  se encuentra con la "imagen angelical" de nuestro Príncipe Azul de todos los tiempos:  Anthony. (¡Oh Dios!!! Anthony, eres el tipo que más he amado y  por más tiempo...) Allí va una foto...



Candy entonces ve en Anthony,  (aunque no se por qué), la cara exacta de su "Príncipe de la Colina".  y entonces reconoce  la insignia (el famoso "escudo de armas" de algunas familias europeas). Quiere entrar, quiere hablarle, pero para variar, Anthony desaparece sin dejar rastros... (La eterna historia de Candy y de la generación C)... Total que un día invitan Steve y Archie a Candy a un baile, perfectamente comparable con el baile tan esperado de nuestra graduación (el que nos paraba los pelos de la emoción) y  allí Candy se encuentra con Anthony, se enamora locamente de él, deja a Archie como "novia de pueblo" y con los "crespos hechos" y comienza lo que hasta ahora es el drama pasional incomprendido y cruel más importante de todos los tiempos.  Comienzan las envidias, la gente tratando de separarlos, las zorras que se le meten por los ojos a Anthony y la vaina se vuelve aún más difícil para Candy.

Anthony no podía ser más perfecto... "rubio, nariz perfilada, delgado, alto, y por si fuera poco... cultivaba rosas rosadas...". ¡Carajo! (con el perdón de los lectores, por supuesto), Anthony es capaz de hacer híbridos entre 2 especies o más de rosas y crea para ella una nueva versión que nombrará más tarde como "Dulce Candy". Anthony definitivamente nos ha marcado.  Y no hay esperanzas, porque los tipos que salían con nosotras, jamás hubieran ido ni de visita para un vivero.  Había que conformarse con que a alguno se le prendiera la chispa romántica y te llevara una rosa comprada para conquistarte en la primera o segunda cita. Luego de eso... ni de vaina más de tanta cursilería...

Para no hacer el cuento largo con Anthony, (aunque lo merece del todo por perfecto), después de meses de incovenientes y vicisitudes, de ser raptada y llevada a México por la fuerza, de ser maltratada en público por su familia adoptiva y tantos otros momentos espantosos, Anthony y Candy salen un día de paseo y deciden "dejarse de tantas pendejadas y poner su amor por todo lo alto"; sin que nadie más opinara o se metiera entre ellos. ¿Y que sucede?... comienzan a hablar del parecido que tiene Anthony con el príncipe de sus recuerdos y cuando él está a punto de decirle que sabe de quién habla, ¡zaz!... Anthony cae de un caballo y se parte la nuca, muriendo enfrente de Candy.

No hay nada en toda la historia que nos haya hecho llorar más que ese momento fatídico de Candy.  Para las que vivimos la experiencia de tener un novio muerto, sabemos que la cosa te deja paralizada de pies a cabeza, tal cual como a Candy.  Es tan doloroso, que prefiero pasemos al siguiente párrafo para no concentrarnos en este solo dolor. Créanme que hay muchos por delante... Y a nosotras, como buenas protagonistas de la "Generación C", nos encanta la sufridera...

Pues si, Anthony muere y Candy debe reconsiderar sus opciones.  Archie la ama locamente, pero tiene un gran problema... "es un total mente e´pollo".  Así que aparte de no cultivar rosas, no ser bello y rubio como Anthony, no tocar la gaita ni tener la voz encantadora de Terry y no ser amante defensor de los animales como Albert, Archie queda totalmente descartado.  (Esto es lo que todas hacemos en algún momento de nuestras vidas.  Respiramos profundo, y tachamos de la lista del directorio telefónico de los 80 y 90, a aquellos imbéciles que nos rompieron el corazón, que nos dejaron plantadas o que se fueron con nuestras amigas.)

Por fin Candy tiene la oportunidad de cumplir su sueño de irse a estudiar a Londres y de convertirse en una dama capaz de conseguir marido,  (el sueño inevitable de muchas).  Allí en el colegio, se encuentra con Terry a quien no reconoce a primera vista.  Cree tener la visión de que es Anthony, pero se da cuenta de que éste es mucho más alto, más buenmozo y con menos sentido del humor.  Terry no hace más que burlarse de sus pecas, su cabello y sus payasadas, (la eterna historia de mi propia adolescencia).  Terry tiene mal carácter, es medio hippie,  rebelde, es hijo ilegítimo, se esconde para tocar la gaita, usa falda, y encima nunca se sabe si está a punto de salir del closet o no.

Pero como toda historia de amor que se respete, los papeles cambian.  Candy se convierte poco a poco en una mujer bella, educada, simpática, y su cabello pasa a estar perfectamente peinado, divinamente vestida y ¡zaz!, Terry se enamora de ella y la persigue por todos lados.  Pero como la felicidad nunca es completa, el "papacito de Terry" es el más codiciado por medio mundo.  Eliza, y una docena de mujeres más se vuelven locas por él y le hacen "la vida de cuadritos" a Candy.  Poco a poco, Candy va tomando confianza y decide jugar fuerte para ganar puntos: va a conocer a la verdadera madre de Terry, busca reconciliarlos y Terry queda eternamente agradecido y aún más enamorado de su "catirrucia".   Y ocurre el otro momento crucial que nos marca de por vida... "el fulano beso"...

Terry lleva a caminar a Candy y decide darle su primer beso.  Pero Candy aunque fascinada y con ganas de más, decide que la conducta correcta de una dama es darle toda una cachetada... ("no importa cuanto te desee Terry, tengo que golpearte para que pienses que soy toda una dama, cuando en realidad quiero que me lleves a la cama"). 



Aquí la vaina se complica.  Porque Candy aunque queriendo, decide que el sexo no es la mejor opción del momento y regresa al colegio a seguir aprendiendo como ser  una dama.  Pero como nunca falta una envidiosa, Eliza les tiende una trampa a Candy y a Terry y los cita en un establo para  que puedan hablar de su romance en peligro.  Así los pilla la directora del colegio y botan a Candy por "zorra".

Candy como inmigrante al fin y al cabo, debe buscar la plata que necesitará para regresar a Estados Unidos al Hogar de Pony.  Trabaja en mil vainas, desde mesera hasta cachifa y logra reunir los reales para regresar.  Terry tiene que quedarse aún en Londres, porque las mujeres con deseos somos "zorras", pero los hombres con deseos son "machos". Lo que Candy no sabe es que Terry se fuga del colegio para irla a buscar y salvarla de su fatídico futuro de indigente inmigrante. Y como en toda historia de amor, nunca se ven, nunca nadie sabe nada y siempre llegan cuando el otro recién se ha ido y no ha dejado ni un número de teléfono.

Cansada de tanto perseguir a los hombres que cree que son los hombres de su vida, Candy decide dejarse de pendejadas y se pone a estudiar para ser enfermera.  No quiere pasar "más roncha" y decide que ya es hora de ganar sus propios reales para viajar y comprarse vainas buenas.  Terry decide que está muy bueno para seguir trabajando en los negocios familiares y se convierte en actor de teatro, en busca de fama y de mujeres como es natural.  Candy se ha pasado toda una vida dándole dolores de cabeza y ya es hora de buscar una que "afloje más rápido".

Así, los dos buscan hacer su vida, ganar algo de plata para realizar sus sueños, pero... como en la vida misma, se extrañan y se desean sin remedio.  Cuando Terry se hace famoso con "Romeo y Julieta", decide que con ayuda de la fama puede encontrar a Candy para ver si ella aún está dispuesta.  Pero como siempre... el descarado de Terry lo quiere todo;  tiene como novia a Julieta (que se llama Susana), y quiere una "vainita" con Candy también.  Así que le envía a Candy un boleto de tren y la entrada de la obra, para que no tenga excusas de venir a verlo.  Y ¡zaz! justo el día en que ellos esperan reanudar su romance y consumar su relación de mil años, la novia de Terry sufre un accidente quedando paralítica, y como Terry es una caballero al fin y al cabo, deja de nuevo a Candy con los crespos hechos para cumplir con Susana. (¡Coño!... ¡un caso real de la vida misma!...)

El tiempo pasa y todos los viejos amigos de Candy, hasta los que le hicieron la vida de cuadritos como Neil, se enamoran de ella.  Pero Candy ha decidido como muchas de nosotras, quedarnos solas y vivir con dignidad cueste lo que cueste.  Si bien en la época de Candy no habían vibradores, las que se encuentran hoy día solas, no tienen excusas. Pero... y siempre hay un pero... se descubre al final de la trama que Albert es el benefactor viejo que siempre la ha cuidado.  Que ha fingido todo este tiempo porque quiere estar con ella; que Archie no ha renunciado a quererla y que Neil ahora es bueno y quiere hijos, perro, casa, arroparla en las mañanas y envejecer junto a Candy. Todos la aman más que nunca, pero como Candy parece latina, al igual que nosotras, siempre está esperando por el "coño de su madre" que nos ha jodido la paciencia por 10 años,  que regrese arrepentido y se case con nosotras.

Ya para terminar, el capítulo final de la serie tuvo que ser editado, y muchas de nosotras no lo vimos.  En Italia se supo que tuvieron que cambiarlo luego del escándalo de varias adolescentes y jóvenes que se cortaron las venas luego de descubrir que Candy y Terry jamás estuvieron juntos al final.  Por esa razón, tuvieron que sacar una nueva versión que dejara a las fans más esperanzadas y menos dramáticas y suicidas.  Y entonces, pudimos televisar el último capítulo en donde como toda "historia de amor de los cuentos de Disney", Candy y Terry se reencuentran en una estación de tren, la nieve cae en pequeñas y hermosas  figuras de ensueño y entonces él le dice... "no te dejaré nunca más Candy, ¡te amo tanto que no puedo ni pensarlo!, he deseado este momento desde siempre y he decidido que nunca más me alejaré de ti por ningún motivo. ¡Estaremos juntos para siempre!..."


Creo que después de esto no necesito hacer muchos comentarios al respecto.  Si ha seguido la lectura con detenimiento y pasión, usted podrá haberse dado cuenta de que SIIII  existe una "Generación C", y que usted posiblemente ha pertenecido a ella desde hace mucho.  Así como la tipa del banco que orgullosamente lleva su canción por toda Caracas y no le da pena poner el celular a sonar con ella, usted debe "aceptarlo, vivirlo y sentirse cómoda con ello".  No tiene nada de malo reconocer que se es dramática, sufrida  y esperanzada, aunque yo diría que se es "realmente pendeja".  Así somos, y todo es culpa de nuestras madres que nos sentaban cada tarde a las 3 de lunes a viernes frente al televisor a ver a la inocente Candy Candy, que ahora comprendemos que de inocente no tenía nada. 


¿Que hay que aprender de esto?, no lo sé.  Solo doy gracias a Dios que por un asunto feo de derecho de autor violado y disputas legales en varios países, la serie Candy Candy no puede ser transmitida en ningún lugar.  Ganaron los demandantes y han decidido no volver a pasarla nunca más.  Así que gracias al poder divino, nuestras hijas JAMÁS y oigase con un grito ¡JAMÁS!, serán parte de la generación a la que fuimos sometidas nosotras... y confieso... quizás es mejor que bailen reggaeton a que sufran como Candy en la espera  "del Príncipe Azul que de seguro NO nos pintará los pajaritos preñados"...


Ahora le recomiendo querida amiga y querido amigo... vaya y tómese una manzanilla que le ayude a regresar al mundo cruel.  También quiero aprovechar de dedicarle estas palabras a mis grandes amigas que vivieron conmigo los sufrimientos mismos de mi generación.  Es a ellas a quienes dedico esta historia de risa y de llanto.  Mucho las quise y mucho las quiero y espero, aún tengan la dignidad de reconocer que al igual que yo, amaron a Anthony y a Terry.  (Aún pueden buscar la canción y el último capítulo de Candy que una fanática loca, dejó en youtube). 


Con amor a mis amigas queridas: Natacha Guerra, Graciela Martín, Martha Kuhnle, Margaux Natera, Francy Tse-Chung, Laura L. Díaz, Virginia Fernández Madera, Susana Fernández Madera, Atila Mora, Maribel Ricupero, Yvette Céspedes, Alexandra Socas, Ischia Gavidia, Zulay Martínez, Yela Zambrano, Viviana Capdevilla, Enna Lucía Rosales, Niurka Specht y las morochas, Rosa Mary Rubio, María Carolina Farfán, Tanya Sabatino, Adriana Cedrés, Africa Specht, Mónica Milanés, Angela Ovalles, Angélica García, Annette Schemel, Yamilex Kusnecov, Elizabeth Kusnecov, Claudia Bustamante Kopp, Valentina Nuñez, Eliana García, Felira Vivas, Gabriela y Geraldine Aparicio, Ingrid Hoyos, Mónica Milanés y tantas otras que por falta de tiempo no coloco en este momento, pero que iré editando hasta completarlas todas. ¡Les envío besos miles!...

viernes, 30 de julio de 2010

Hoy eres un HADA y mañana eres una BRUJA...

...¡Mami, despierta!
...¿Estás dormida, mami?
¿Tienes los ojos abiertos, mami?

"Mami... ¿eres un hada?"

Hay momentos en que crees que olvidaste algo porque parecía muy simple, o muy loco de recordar.  Y justo ¡zaz! en ese instante, alguien te escribe un mensaje de texto con una palabra mágica y ¡zaz! (otra vez), se activa en tu cabeza un recuerdo que creíste que habías perdido para siempre.  Y gracias a Dios, ese "¡zaz!" y esa llamada, te dan unos segundos instantáneos de inmensa alegría...

No hay nada más cierto que la comparación que hacía mi madre sobre la memoria y el armario.  Sonia decía que la memoria es como un armario viejo y enorme que en el mejor de los casos huele a alcanfor y en el peor de ellos,  a guardado y a viejo. Yo casi podía verlo en la esquina de alguna sala, enorme y oscuro, a punto de salirle brazos gigantes y de encerrarme para siempre en una de sus gavetas.

No importa cuanto frío hacía.  Hacía mucho frío y estaba muy oscuro, pero al parecer la única que podía notarlo era yo, que dormía con un oso que no tenía reparos en dormir sin el cubrecamas enorme y acolchado a pesar de los 16 ó 17 grados que marcaba el aire acondicionado.  La única loca era yo, que dormía en medias, pijamas y suéter.  Y no hay nada menos estimulante que tanta ropa encima; a cualquiera se le quitan las ganas... sobretodo... al oso aquel...

Pero Orianna, caminaba sola por la casa, en mitad de la madrugada, con una interrogante enorme persiguiéndola como el "coco" de los closets; y ella tenía que saber, no podía esperar un momento más. No importaba cuan oscuro estuviera, ni si había que abrir la puerta del cuarto de papá y mamá sin hacer ruido, sin tropezar.  Se sabía el camino mejor que cualquier otro... Orianna tenía que saber...

- Mami... ¿eres un hada?...
- ...¿Por qué Ori?...
- Porque brillas.

Y ahí estaban las palabras más dulces en la voz de una princesa de cuentos.  Y ahí,  en ese preciso momento fue donde descubrí que yo era "mágica"; era como un "hada"... Y no podía contradecirla.

- Si Ori, soy un hada encantada...

La noche anterior habíamos ido para el matrimonio de unos amigos.   Y nosotros... ya teníamos 2 hijas.  Mientras los demás ni siquiera habían conocido a la mujer que les iba a quitar el sueño, (y que de seguro se los quitaría después de casados), estábamos nosotros, casados y con hijos...

Yo llevaba un vestido oscuro, largo y con una aplicación brillante y muy azul.   Había ido a la peluquería a secarme el pelo, a maquillarme y a congraciar a las pecas, y me sentía hermosa.  Pero después de varias horas de bailar, y de preguntarme por qué en esa fiesta había tantas mujeres desesperadas por conseguir novio y tantos hombres pendientes de los posibles carros que se comprarían, estaba muy cansada para siquiera llegar a la casa a quitarme la escarcha que tenía sobre el cabello, y los rastros de algo que seguramente, con la luz de la ventana en el cuarto, podía parecer todo un encuentro con "La Rosa Mística", (con el perdón de los creyentes).

Asimismo me fui a dormir, pero con el pantalón y el suéter, y el vestido guindando en un gancho colgado de los pomos del closet.  Y cuando al fin estaba en el sueño profundo donde eres completamente feliz, estaba ella, con un pie en la cama y otro guindando; con sus manitas pequeñas y sus pelitos negros, muy sorprendida viéndome dormir.  Su mamá tenía que serlo, y había que preguntarle.

Hoy Orianna tiene 10, y mucho ha llovido desde aquella noche de fiesta.  Y su mamá es la bruja que no quiere prestarle los zapatos, las franelas y las pinturas.  Su mamá pasó de ser la figura esbelta y agraciada de los cuentos, a convertirse en la bruja de verruga peluda en la cara.  No importa cuánto brille mamá  ahora; seguramente es a causa de las pócimas... "mamá nada de pescado hoy... ¡queremos hamburguesas vale!"
"mamá hoy es la fiesta de Patricia... me imagino que me vas a llevar"... y lo que nunca falta... "mejor le digo a mi papá que siempre dice que sí..."

Cuando somos las hadas de los cuentos no nos damos cuenta de ello.  Estamos muy ocupadas tratando de que no falte nada en la casa, de que puedas con las niñas y la universidad; de que tu marido se acuerde de pagar la luz porque el tipo que la corta no perdona.  Cuando somos las hadas, somos tan bellas que no lo creemos, que pasamos horas tratando de mejorar algo que de por si es muy hermoso al natural.  Pero cuando los niños crecen, es cuando entonces sabemos que está de moda ser "una bruja", y no porque seas pelirroja como en la Edad Media; sino porque eres la que dice que NO...

¿Será que papá dejó de ser un "papá" para convertirse en un ELFO salvador de nuestros días?...