Tenía que hacer algo para animarme. Sabía que algo me hacía falta y no lograba dar con lo que era. Hoy me he levantado con la secuela de mi horrible "gripe número 3 en un mes", y ya era hora de TOMAR EL TORO POR LOS CACHOS. Inmediatamente que prendí la computadora lo supe... extrañaba mi blog y a mis amigos ranas y sapos de charcos diversos. Aquí estoy, y en la cabeza hay mil historias dándome vueltas. Sin embargo he decidido empezar con PARIS. Bienvenidos otra vez.
Ayer venía manejando en una cola interminable a las 2 de la tarde por la Cota Mil. Escuchaba la radio porque me pareció que escuchar un poco las locuras de los demás, aliviarían mis ganas de ir corriendo a meterme en la cama a deprimirme como neurótica por no tener todas las tareas del instituto listas, y ninguna emoción por hacerlas tampoco. Y allí surgió, mi tema de hoy... "cuando las primeras vistas no son tan buenas"...
Era un programa de entrevistas y hablaban entre otras cosas de cuando quieres causar una buena impresión y de repente ¡zaz!... pasó todo lo contrario. O peor aún... cuando conoces a alguien que te ha sido vendido como "algo fabuloso" y de repente en la primera cita, quieres salir huyendo a la derecha...
Así fue Paris la primera vez, y quiero explicarles por qué. La primera vez que fuí a Paris, por supuesto yo estaba MUY EMOCIONADA. Escribirlo en mayúsculas no da el sentido de "LO EMOCIONADA EXTREMA" que podía sentirme, así que tendrán que hacer uso en sus cabezotas, de la imaginación que Dios les dió y buscar en lo recóndido de sus mentes lo que a ustedes les parezca "lo más grande" y multiplicarlo a la 10ma potencia. Creo que aún así, no puedo decirles lo emocionada y dichosa que estaba... ¡carajo! ¡hablamos de Paris!....
Estábamos en Madrid y mi esposo decidió llevarme a Paris una semana para hacer un viaje de enamorados. Por supuesto, habíamos soñado con esto desde hace mucho y nunca habíamos contado con el dinero neto para lanzarnos a la aventura de "vivir el sueño parisino como ricos y famosos". Por fin tuvimos el presupuesto, nos fuimos solos sin las niñas y con euros para paseos, comidas en restaurantes lujosos y compritas nerviosas típicas de mujeres diseñadoras. Yo no cabía de la emoción en el puto avión. Ya quería que mi pasaporte tuviera el sello correspondiente.
Estando en Madrid como les decía, decidimos mi esposo y yo que nada de agarrar un avión de esos de línea económica, como EASY-JET o NYANMAR que cuestan "real y medio" y a quienes solo los extranjeros turistas osados" toman vuelos a diestra y siniestra mientras van pensando si alguna vez le cambiaron las tuercas a las ruedas de aterrizaje, entre otras cosas. Nosotros viajaríamos en "la aerolínea" y llegaríamos frescos y dichosos de nuestro vuelo de casi 2 horas directamente al Aeropuerto de Orly. Hasta el nombre del aeropuerto sonada demasiado CHIC para ser cierto. Ya sentaditos en nuestro avión y amarrándonos el cinturón comenzó la aventura de LLEGAR A PARIS PARA ENAMORARSE. Solo llevábamos maletas de mano, en donde después de una selección de piezas "clave", tratamos de meter lo más posible y buscar la forma de traernos de regreso los regalos y compras acostumbradas.
Usted pensará... ¿Es que en 2 maletas medianas de "carry-on" pudieron ustedes querida bruja, meter la ropa para una semana y encima dejaron espacio para traer de vuelta?... Pues yo les contestaré amigos sapos y ranas de todo el mundo... ¡hagan lo que hace cualquier esposa!:... "Métanle 4 franelas a su esposo, unos jeans y 3 pares de medias y oblíguenlo a llevar los zapatos puestos para que usted use la mitad de su maleta"... (¡sean prácticas e inteligentes, carajo!... van a Paris).
Una vez que el avión arranca todo está en silencio. Hay muchos a quiénes como yo, los despegues les ponen los pelos de punta, no vaya a ser que el bendito avión no se alce y caiga de nariz en la pista y nos matemos todos. Pero una vez que estuvo en el aire, comenzó la aventura... "ruidos, chillidos, alboroto, llorantinas, olor a pañal sucio, etc etc etc..." y créanme que no me quedo corta cuando les digo que el "bendito avión" debió haber entrado en una turbulencia a ver si más de uno cerraba la boca y se aterrorizaba de nuevo.
Le digo a mi sapito: "papito, ¿que vaina es ésta?... es que vamos en un autobus escolar?"... y Alfried se ríe y me dice: "tu lo escogiste"; (no me quedó más remedio que cerrar la boca por el bien de mi viaje). Sin embargo 20 minutos después, un niño golpeaba tan fuerte mi asiento por la espalda, que después de 5 minutos me volteé y le pedí amablemente que se sentara bien porque movía constamente mi silla. El niño tenía unos 6 ó 7 años, y a su madre le importó un pepino mi petición. Ella seguía con su revista de modas sin importar lo que hacía "su renacuajito lindo". Diez minutos después, yo estaba VERDE y con la espalda tan disfuncional que tuve que voltearme de nuevo para "sugerirle" al niño que dejara de golpearme. Tampoco sirvió de nada y entonces mi humor pasó de ser el de "la princesita parisina" a convertirse en "la bruja de Blancanieves".
Como los asientos eran de 3 puestos de lado y lado, yo estaba sentada en el medio porque nuestro vecino de puesto "quería la ventana". Yo había comprado mi ticket con ventana incluída. Siempre lo hago y luego debo pelearme con mi marido para dársela en la mitad del viaje. Pero bueno, la había comprado. ¡Coño!... era la única mujer y ni siquiera podía pedir la ventana... Sin embargo y por contribuir a que mi viaje fuera un éxito, me puse "la actitud" de felicidad, paz y amor junto con el perfume, y dejé que el tipo de unos 50 años, fuera disfrutando su ventana. Él por supuesto, ya había visto que me había volteado 2 veces para "sugerirle" al niño de atrás que dejara de magullarme la espalda y el trasero, y se veía un poco incómodo en su asiento. Total que el español de 50 años me dijo: "El avión está lleno de niños porque van para EuroDisney Paris y están muy emocionados". Yo respondí para ser educada: "que alegría por ellos porque es muy bonito el parque en primavera, pero el niño de atrás, lo que tiene es un serio problema de FALTA DE PADRES." Y como si ésa bomba no hubiera sonado lo suficientemente fuerte, añadí: "y además tiene una madre que se cree florero. La próxima vez le meteré un grito para que pase la vergüenza".
Nuestro vecino cincuentón se quedó callado y no volvió a decirnos nada más. Yo continué brincando en mi asiento y rogándole a los ángeles o a las ánimas o a cualquier individuo sobrenatural que estuviera cerca, que las 2 horas pasaran volando. No fue así pero al fin el capitán en un inglés espantoso nos dijo: "estamos sobrevolando la ciudad de Paris, disfrutenla por sus ventanas que en 5 minutos aterrizaremos"... ¡Carajo! ¡Hasta el español cincuentón estaba disfrutando de su ventana y yo no!...
Por fin el avión se para, nos desabrochamos el cinturón y cuando nos paramos para salir del avión, los niños de atrás de nuestros asientos gritaron: "Papa... ¿llegamos al parque ya?"... adivinen quién era el padre de los "niños toro"... ¡mejor ni les digo!... ¡zaz!... agarré a mi marido y salimos volando del avión...
Increíblemente y a pesar de que es un vuelo internacional porque cruzamos de un país a otro, pues no hay aduanas, ni control de seguridad ni una puta persona que te selle el puto pasaporte. Nada. Nada de nada. El aeropuerto de Orly es mínimo (como muchas cosas en Paris) y además tiene unas pequeñas cintas transportadoras para las maletas que si no las agarras pronto, pues tienes que esperar que den la vuelta de nuevo algún día. Veníamos como con 5000 niños entre 4 y 7 años y encima, no habían carteles que dijeran por aquí hay taxis o por aquí hay autobuses. Solo había un letrero indicando la salida a la calle ("La Sortie") y uno que decía "ORLYBUS".
Mi marido sabía que debíamos tomar el "Orlybus" para llegar a la ciudad. Y de ahí tomar el metro para llegar al hotel. Eso sería un gran ahorro tomando en cuenta de que en Paris los taxis son tan caros como una noche de hotel de 4 estrellas. Como llevábamos 2 maletas pequeñas y una almohada chorizo para dormir (mi compañera inseparable en los aviones), pues nos lanzamos a la aventura... ¡total!... ¡el metro de Madrid es el más precioso del mundo!...¡Francia debe superarlo!, no?
Y ahí estábamos. El Orlybus era un autobús mínimo (super estrecho pero larguísimo) que transportaba a todo el mundo desde el aeropuerto hasta una estación de metro cercana como en 30 minutos. Te pasea por una zona feísima de inmigrantes y completamente abarrotada de excremento de perros parisinos. Olía a curry, a sudor de "sobaco de viejo", a papas fritas "re-fritas" y a chaquetas mal lavadas, sin embargo, habíamos llegado a Paris... ¡no había cabida sino para sonrisas plenas y besos y besos!...
Nos bajamos en la estación de metro y con maletas en mano, tomamos la foto y nos dirigimos a pedir un mapa para saber en que estación nos bajaríamos.
Ahora y después de mostrarles este mapa, díganme algo... ¿ustedes pueden conseguir algo aquí?... de hecho... ¿ustedes pueden entender algo aquí?... ¡Este mapa es una mierd....! (con el perdón de mis amigos cultos y lectores ávidos).
Cuando nos entregaron este mapa de 10 x 12 cm de ancho y alto, casi nos infartamos. Era gratuito si, pero es tan enredado conseguir algo aquí, que usted ni que sea el que lo diseñó, sabrá para donde coger. Sin embargo y para que mi marido o yo entráramos en pánico, me senté un momento sobre mi maleta rosada y con mapa en mano, y haciendo uso de todo lo que aprendí en 5 años de traducción e interpretación de francés en la universidad, posé mis delicados ojos aceitunados en cada una de las líneas hasta que dí con nuestra estación. Estábamos a salvo, no había sido tan espeluznante.
Casi nos caimos de trasero cuando fuimos a comprar los tickets por el precio (2 euros y algo cada uno, un solo viaje), pero suspiramos porque ya estábamos en el "ombligo del mundo"... "en la parada obligatoria de los enamorados"... "en la Cuna de la Sabiduría, de las Artes, de los Letrados y de las Maravillas del Mundo".... y para todo eso... ¡hay que pagar!... ¡de cajón que sí!...
Ahí recibí mi primer golpe duro. El metro era feo. Feo no... FEÍSIMO, mal iluminado, asqueroso, sucio y la gente que viajaba en él parecían los actores de una mala película de negros ladrones y adictos. Yo no soy racista, de hecho, algunos negros son considerados por mí, unos grandes especímenes, pero esto ya rallaba en el colmo de la negrura. No eran "negros", eran "verdes botella intenso" y otros eran "violeta-azul". No me quedo corta al decirles que la única blanca que viajaba en el tren era yo sola y encima con el cabello rojo como un escobillón. No sabía si en algún momento empezarían los tambores y la ceremonia para hacerme un guiso. No para mi sino conmigo, quiero decir. Y encima estábamos a mil estaciones de la que nos bajaríamos y teníamos que hacer 2 conexiones (transferencias) más para llegar allí. Era una locura. Nunca en mi vida sentí claustrofobia. Pero esta vez, creí que me desmayaría; el olor a podrido y a excremento, no puedo describirlo.
Hágase esta imagen en la cabeza. Luego levántese del asiento y vaya por un té. Esta es solo la primera parte de la historia. En el próximo artículo usted entenderá que necesitaba esta pausa. No lo dude más. Tendrá un final feliz porque así soy yo... que me tomo las "margaritas con bastante tequila" hasta en la Capital del Mundo Bello... Así que no llore; no se desanime. El cuento es feo, pero yo... SOY TODA UNA MUJER DE ESPERANZAS Y FE...
...vaya, vaya... aquí me encontrará luego del tecito caliente y las lagrimitas...¡nos vemos en la segunda parte!...
jejeje como me rei, me recuerda a mis viajes (no tan glomorosos)...Me acordé de mi primera impresión cuando fui a Caminito en Buenos Aires que es casi que territorio peruano (obviamente yo esperaba otra cosa). O cuando Fui a Paraguay a un concurso de cocina y pensé que el taxista nos habia secuestrado porque se comunicaba misteriosamente con otros colegas en Guaraní(que utiliza muchas palabras en español entonces uno sospecha de que sea un idioma de verdad) y una vez que fui a uruguay en autobús (necesitaba solo pasar la frontera porque se me vencía el permiso de turista y tenía que salir y entrar de Argentina) entonces llegué a la frontera y agarré un autobús que me cruzara pal otro lado para que me sellaran el pasaporte....esa fue la experiencia más dantesca que experimenté en mi vida (sólo faltaban las gallinas) lo más cómico es que también iba un francés a bordo que tenía que hacer lo mismo que yo y el tipo era el que más apestaba, había personajes muy singulares, dos viejas uruguayas que trabajaban de mucamas en Argentina hablando mal de sus patrones jejeje parecia una novela de Garcia Marquez, estabamos cruzando la frontera a Macondo :p
ResponderEliminarDefinitivamente, si no te mata el avión y los niños, te mata el autobús o el olor del metro... Como dices tu...¡Faltaban las gallinas!... ja ja ja
ResponderEliminar